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El Maestro Secreto - Grado 4

 

El Grado de “Maestro Secreto” recoge la historia de Hiram Abiff, un gran maestro iniciado en las artes secretas del antiguo Egipto con algunos aspectos que no se narraron en el tercer grado.

Salomón, el Rey de Israel, seleccionó a siete de los hermanos de los más dignos y expertos, Maestros Masones, y los nombró guardianes especiales del Sancta Sanctorum y del mobiliario sagrado de ese lugar Santísimo. Fueron llamados Maestros Secretos, y como a su debido tiempo fueron promovidos a grados más altos, se crearon vacantes, y seleccionaron otros Maestros para ocupar esos lugares vacantes.

Pero un guardia estaba de servicio, y por eso, se seleccionaron siete, y por esto al siete, se le denomina el número misterioso de este grado, que tiene muchas alusiones, a las siete virtudes cardinales; a la que nuestros hermanos pensaban que habían siete grados; a las siete etapas de la vida; a las siete leyes o principios de Noé; a los siete días de la semana habiendo sido apartado el último para la gran enseñanza de este grado, Secreto y Silencio. Este Grado de Maestro Secreto constituye una hermosa introducción a la serie de los Grados Inefables en el Escocismo.

El blanco y negro, es lo primero que llama la atención en el Mandil y en el Collar del Cuarto Grado. Su creación de armonía por el equilibrio de opuestos es la primera declaración del gran tema del rito escocés; es la lección esencial filosófica y moral del equilibrio. La existencia del ser humano está basada en la dualidad del mundo que le rodea e interactúa con él; y es el equilibrio y la armonía, entre esos opuestos, la enseñanza base del rito escocés.

El blanco es el color de la pureza y la luz; el negro es el color del luto y la muerte. Y el Rito nos dice que nunca debemos olvidar que siempre estamos en medio de la muerte, que nunca debemos posponer las tareas pendientes por resolver, nunca dejar las disputas sin resolver, nunca dejar de hacer un favor. Pero tampoco debemos ser morbosos y centrarnos en la muerte. La muerte bordea lo que sabemos de la vida, pero la vida sigue siendo buena y está llena de alegría. El hecho de que la vida sea transitoria la hace aún más preciosa para nosotros. En este caso, la muerte en el grado cuarto representa la muerte iniciática del Ser Profano de nuestra existencia.

De nuevo, el secreto es el equilibrio. La vida es preciosa, pero nunca debe ser tan preciosa como para que un masón del rito escocés acepte la deshonra, la pérdida de integridad o el sacrificio de otros como precio aceptable para vivir. Rehuir la muerte es natural, pero nunca debemos permitir que ese impulso natural nos haga temerosos o cobardes.

El azul de la solapa del mandil representa los cielos, el ojo en la babeta, el resplandor solar, representa no solo el ojo de la Deidad, que ve y conoce todas las cosas, sino que también representa al Sol, la fuente de luz visible y el proveedor de energía física a la tierra.

El cielo representa la meta y la esperanza de todo masón, y el ojo de la Deidad nos recuerda que todo lo que hacemos, incluso en nuestros momentos más desprotegidos y frustrados, se hace en la presencia inmediata del G.∙.A.∙.D.∙.U.∙. Incluso como segundo significado, el del sol, nos recuerda la calidez y el amor de Dios, que tantas culturas antiguas han tipificado por la luz física de nuestra estrella.

La corona que está hecha de Olivo y Laurel, son los símbolos de la Paz y la Victoria. La Victoria, como siempre en el rito escocés, no es la victoria sobre los demás, sino que representa la victoria sobre nosotros mismos, porque esa es la única victoria que trae la paz como recompensa.

La llave de marfil que cuelga del collar es un símbolo de secreto, y la letra “Z” que aparece en la punta de la llave, es la inicial de la contraseña o palabra de paso del Grado. Esta llave nos marcará los límites propios del conocimiento de cada grado, y su color blanco no es solamente la síntesis de los colores, sino también de nuestra búsqueda espiritual. Podemos deducir que esta alegoría no es otra que “la llave de oro o solar”, es decir la relación o binomio interno del ser humano; es decir, el verbo y la razón.

Las dos ramas, una de olivo y otra de laurel, cruzándose entre sí, que se hallan bordadas en el mandil en forma de corona abierta representa en latín “Clavis ad Mysterium”, la Llave del Misterio. Las lecciones del Grado 4º son el secreto, la obediencia y la fidelidad.

Pero el secreto debe entenderse en su sentido masónico. No es el secreto de la conspiración, el ocultamiento de motivos y/o actividades, o "hechos punibles en la oscuridad". Para un masón, el secreto es la capacidad de mantener la confianza. Muchos sistemas en filosofía han enseñado a través de los tiempos que tal habilidad es el primer paso para desarrollar la autodisciplina y el autocontrol.

El Maestro Secreto busca un guía que le dirija en el camino de la verdad, meditando y comprendiendo que el instinto social, que viene dado en el hombre, es el conservador del individuo y de la especie; pero que sólo en el primero puede desarrollarse por medio de la razón, de la que los otros están privados, y elevarse al conocimiento abstracto de las leyes del deber y del derecho.

Hasta este punto habéis estado extraviado por sofismas, no sabiendo lo que se debía negar o creer, imaginando que solo el interés material os dirigía y os iba a guiar en el materialismo.

La mayor necesidad y anhelo en la vida de la mayoría de las personas es un amigo en quien puedan confiar sin temor, recelos o desconfianza. Cada masón del rito escocés debe esforzarse por ser un amigo fraterno de sus hermanos.

El deber es la “gran ley” de la Masonería y es un elemento fundamental para este Grado. Hoy en día, mucha gente piensa en el deber como hacer lo mínimo requerido en una situación. Pero el deber, para un masón del rito escocés, es una virtud positiva, no un requisito negativo. Es una alegría que se cumpla con entusiasmo, no una tarea que se deba realizar a regañadientes.

El deber y el secreto son los cimientos no solo del rito escocés, sino también de la vida creativa y contemplativa. Un hombre en quien se puede confiar para que haga lo correcto y respete la confidencialidad de las esperanzas, los temores, las dudas y los sueños privados de un hermano fraterno está en el camino de convertirse en un ser humano honrado y honorable.

En nuestra Orden Masónica el silencio se practica y se enseña como una virtud a desarrollar desde el primer grado. Desde este grado en donde se admite a los hermanos como oyentes, y observando un silencio absoluto, es un método de asimilación de conocimientos y adquisición de mesura, como instrumento para el desarrollo de la razón y meditación. Para aprender a callar, hay que ser consciente de nuestras flaquezas y las asperezas de nuestra piedra. El alcance de nuestra palabra, producto de nuestros pensamientos, resulta clave en la construcción del templo interior. De esa dificultad deriva sin duda la mayoría de los vicios del ser humano; pues la palabra resulta ser la consecuencia directa de nuestros pensamientos, la expresión audible de nuestros sentimientos y pareceres. La mejor palabra es aquella que es breve y concisa, la sabia, la que transmite la verdad o una verdad, la que persigue el bien. Aprender a hablar poco, lo justo y suficiente, significa en el masón en general, no sólo en el Aprendiz o en el filosofismo, la fuerza de voluntad, el carácter templado, el dominio de sí mismo, y en resumidas cuentas la elevación de nuestro espíritu y nuestro ser.

Sobre el secreto y la Masonería se ha escrito mucho, exagerando bastante lo que puede denominase como filosofía masónica. El secreto será siempre la cosa más conocida de la masonería y la que más malentendidos ha podido causar no sólo entre los profanos sino entre los propios masones. De un lado, el secreto produce desconfianza, y lleva fácilmente a sospechar siempre lo peor, de acuerdo con el popular principio de piensa mal (de lo que ignoras) y acertarás. Es comprensible; por eso es preciso aclarar cuál es el verdadero alcance del secreto masónico.

La palabra y el silencio, como en la música, deben ser usados con orden, ritmo y armonía. Cuando un Hermano hace uso del verbo, los demás Hermanos deben escuchar en silencio, con atención y actitud respetuosa, receptiva y fraternal; lo que ayuda también a preparar una recreación ordenada y consciente. El Silencio está lejos de constituir una medida limitante, arbitraria o autoritaria, tendiente a frustrar o disminuir algún derecho o libertad de expresión; al contrario, es un instrumento educativo, de formación iniciática y filosófica, que debe asumirse con plena conciencia de sus beneficios. Implica un despertar interior en una conciencia plena del mundo que nos rodea – tanto exteriormente como interiormente –, para convertirnos en un ser con una conciencia integral y mucho más amplia que de la de aquellos que desconocen el silencio como vía iniciática y filosófica.

 


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