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El Solsticio de Verano

El Solsticio deriva del latín solstitium, sol (el astro) y stitum (detención). La detención del sol que marca el tiempo en que este se halla más lejos del Ecuador y en que parece quedarse varado en los mares del Universo durante unos días. El solsticio de verano se produce entre los días 21 y 22 de junio en el Hemisferio Norte cuando la distancia angular del Sol al Ecuador celeste es máxima. Es momento de fecundidad, de cosechas, de gracias por los dones recibidos y de acopios para pasar el otoño y el invierno.

El misterio de los cielos y la magnitud de los espacios cósmicos no han dejado de ser fuente de curiosidad para el hombre. Muchos sacerdotes les han elevado cánticos; poetas los han ensalzado en sus versos, estudiosos nos han brindado sus especulaciones e imaginaciones y el astrólogo metódico, nos ha explicado cuanto acontece y vuelve a acontecer. Sólo dos veces al año el plano del ecuador coincide con el plano de la eclíptica y por consiguiente, el círculo de iluminación coincide con cada meridiano, propiciando un día de doce horas y una noche de doce horas. Estas fechas se conocen con el nombre de equinoccio, y son las que marcan el inicio de la primavera y el otoño.

El astro solar es uno de los numerosos símbolos didácticos. Nace en el Oriente, de la eterna sabiduría y difunde su luz y calor, indispensables para la continuación de la vida. En su continuo y permanente movimiento influye en el ritmo del día y la noche; el curso de las estaciones; el crecimiento de las plantas y la evolución del mundo animal; el auge y florecimiento de sociedades humanas; el desarrollo cultural, técnico y científico, la vestimenta y las costumbres sociales y urbanas, en fin, todo lo que denominamos cultura.

Los solsticios representan el eterno contraste de la luz y la oscuridad, de la vida y la muerte y el eterno renacer de la creación, donde nada puede ser destruido, solo transformado en los tres estados naturales, sólido, líquido y gaseoso, es el ave fénix que siempre renace de sus cenizas. Los fenómenos astronómicos y naturales siempre han sido considerados como los símbolos de las realidades invisibles y espirituales, que por su propia naturaleza no podrían ser aprehendidos por nuestra inteligencia sino fuera por aquello que las sugiere y expresa, es decir, las simboliza.

Los solsticios muestran la armonía cósmica, que permite observar, año tras año, como se cumplen con asombrosa regularidad, de acuerdo a las leyes físicas de su relación con la tierra, prolonga los días o las noches, haciendo que la naturaleza cumpla inexorablemente sus ciclos biológicos.

Esa dualidad de los solsticios es evidente a la ontología humana. El del verano, alegre, el triunfo de la luz, aunque paradójicamente siendo la majestad del esplendor es también el principio de descendimiento. Como contrapartida, el de invierno siendo triste augurio de sombras melancólicas, es inicio en su propia expresión de una fase de crecimiento y de un camino abierto hacia la plenitud.

Los solsticios son momentos con universalidad patente y de cuya celebración tenemos el testimonio de festividades exóterico-religiosas y en algunos casos, una aproximación esóterica, traducida en símbolos y ritos, que de forma general representan el drama de la muerte y resurrección del Sol.
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Feliz Día de San Juan
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