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EL DIOS DE BARUJ SPINOZA


BARUJ SPINOZA

Leer a Baruj Spinoza calienta el corazón y hace bien al alma.


Reune, reconcilia, amalgama el alma humana con la Naturaleza.


Ayuda a comprender aun más la profundidad del pensamiento naturalista, panteísta y pansofista, incluso hilozoísta, que presiente la presencia de lo divino en la Naturaleza y en lo profundo del ser humano.

El propio Albert Einstein decía que creía en el Dios de Baruj Spinoza¡
Baruj era malquerido, maltratado tanto por los cristianos como por judíos.

No era un incomprendido, sabían que tenía razón, pero esas palabras, esas creencias, esos postulados naturalistas, pantéistas, pansofistas, caros a los alquimistas, a los hermetistas, a los herejes, eran profundamente inquietantes, peligrosos, dañínos para las iglesias de piedra y los negros negocios, seculares ponzoñas injertadas en el subcosnciente de los seres humanos por los cleros nefandos, y su doctrina falaz, salvaje e impía sustentada en el dolor, el miedo, la vergüenza y la culpa.

Podrían esas palabras de Baruj indicar un camino, mostrar una vereda liberatoria hacia una relación directa, sin mediadores, sin intermediarios divinos, sin clericalías, sin dogmas, sin teologías y sacerdocios.

Decía Baruj que era imposible comunicarse con personas que tuvieran creencias religiosas.

No entienden nada, no comprenden nada.

No hacen preguntas.

No se hacen preguntas.

Su mala conciencia, a menudo les hace acercarse a los cleros al final de sus vidas, para lograr el perdón y un salvoconducto al cielo.

Una vía de amor, de belleza, de alegría, de sabiduría infusa que procede del contacto directo con el Alma del Mundo.

Baruj nos presenta una forma de acercarse a lo divino a través de una intelectuación del amor.

El amor a la Vida, la vida del Amor hecho cuerpo visible y tangible en Naturaleza, santa y venerada.

Un sendero luminiscente de regreso a casa.

Leamos a Baruj Spinoza:

“Dios hubiera dicho:

Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho, lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.

Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.

¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices ser mi casa. Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es donde vivo y expreso todo mi amor por ti.

Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo.

Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.

Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar.

Si yo te hice, si yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias, de libre albedrío, ¿cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti?

¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice?

¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad?

¿Qué clase de Dios puede hacer eso?

Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte y que solo crean culpa en ti.

Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.

Esta vida es lo único que hay, aquí y ahora y lo único que necesitas.

Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.

Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.

No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo.

Vive como si no lo hubiera.

Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.

Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a pregunatar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar. ¿Te gustó?

¿Te divertiste? ¿Que fué lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?

Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar.

Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropes a tu hijita, cuando acaricies a tu perro, cuando te bañes en el mar.

Deja de alabarme. ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan.

¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo.

¿Te sientes mirado, sobrecogido?

¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.

Lo único seguro es que estas aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro, ahí estoy latiendo en ti".

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