Sin embargo, significa: calumniador y oponente, sembrador de discordia. Encontramos, en riquezas de detalles, esta figura mítica en las Sagradas Escrituras con diferentes nombres, a saber: Satanás, Belial, Demonio, Belcebú, Lucifer, Leviatán, príncipe del Abismo y de la Oscuridad.
El Diablo sería el genio malvado, el desobediente, el tentador, el que siembra
la duda.
Masónicamente, no es considerado.
En realidad, el Diablo es una creación humana y se manifiesta a través de los
pensamientos que dan lugar a actos dañinos.
No hay necesidad de malicia con ellos; es suficiente dejar de ejercer la
caridad, amar al prójimo, apoyar al hermano, para que esta parte negativa pueda
a estallar y causar el mal.
El incumplimiento de un deber constituirá,
sin duda, una acción diabólica.
La parte humana del ser es propensa a la
práctica del mal, la frialdad y el egoísmo; la parte divina, sin embargo, debe
sofocar ese instinto que tanto nos perjudica a nosotros y a los demás.
El Masón cree en el Gran Arquitecto del Universo,
que construye lo que es perfecto, justo y bueno; por lo tanto, en tu corazón no
hay lugar para el mal.
Breviário Maçônico /
Rizzardo da Camino, - 6. Ed. – São Paulo. Madras, 2014, p. 125.
16 de abril.
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