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La Logia como Espacio Sagrado





Los constructores de edificios, desde la más remota Antigüedad, se reunían en sencillo habitáculo de dimensiones suficientes para acoger en él a quienes trabajan en la obra. En ese lugar depositan sus herramientas y utensilios de trabajo y discuten aspectos de la obra que llevan a cabo. Los antiguos constructores y los leñadores francos llamaban loubja a esos recintos. En francés moderno, la palabra derivada es loge, y el término español relacionado etimológicamente con la misma idea de lonja, que adoptó luego la forma simplificada de Logia.

En la Edad Media europea, pasó a llamarse también Logia al grupo de constructores que tenía a su cargo una obra. Éstos solían desplazarse a los diferentes lugares en los que se hubieran de trabajar; salvo cuando se tratara de una construcción más compleja, que exigiera un largo plazo de realización, como eran lo las catedrales, los grandes templos u otras edificaciones de envergadura. Por tanto, con la misma palabra se aludía, por una parte, al recinto ocupado por los obreros en su lugar de trabajo y, por otra, al equipo que formaban en cada caso.

La Masonería especulativa retuvo el nombre con ese doble significado, aunque también está generalizado el uso de la palabra taller, con el mismo doble valor. Los masones buscamos la Verdad, en sus diferentes facetas, mediante una iniciación que se realiza a través de un sistema de símbolos y en fraternidad.

Nuestras reuniones (o tenidas) se llevan a cabo en un espacio concreto en el que se simboliza un ámbito situado fuera de las coordenadas espacio-tiempo comunes o habituales. Podemos señalar que en Masonería, sagrado, es cuanto se vincula a la conciencia humana con lo trascendente, con el mundo de las ideas del Ser, de los arquetipos esenciales de la Fuerza, de la Belleza, de la Sabiduría, etc. Por ello, el recinto del taller o Logia en el que se trabaja es también un templo, o lugar muy reservado, en donde se refleja, mediante símbolos, ese mundo de las modalidades trascendentes en el Ser humano.

Todo templo construido por los hombres responde al hecho en el que se sitúan los valores absolutos que se exaltan y en los que se centra el interés en la espiritualidad. Los templos pueden tratar de reflejar, mediante imágenes o símbolos, tanto una cosmología como una teología, aunque partiendo siempre de una manera de mirar o de sentir la realidad inmanente. Los masones concebimos el Universo como un macrocosmos y consideran al Hombre su reflejo o microcosmos. Las logias o templos masónicos resumen todo esto utilizando elementos no simplemente decorativos o alegóricos, sino mediante símbolos.

Puesto que el Hombre es un microcosmos, cada hombre constituye la mejor réplica del gran templo universal o Gran Obra, cuyo conocimiento constituye el objeto de la búsqueda masónica, partiendo de la propia concienciación personal. Por lo tanto, sólo habrá un auténtico templo masónico allí donde se reúna un número suficiente de masones para trabajar juntos y durante el tiempo que dure la tenida, ya que el trabajo de cada uno contiene, condensados y a escala, aspectos o factores constructivos que son réplica o reflejo de los que se hallan también en el templo universal. 

La Logia-recinto-templo es, realmente, un espacio-tiempo virtual que va desde abajo hacia arriba, de este a oeste y de norte a sur, sin límites, como si esas líneas virtuales fuesen la armazón de una infinita esfera universal, en cuyo centro estuviera situado el Hombre para observar el cosmos. Por ello, cualquier lugar sosegado (incluso a cielo abierto) es apto para ser transformado en templo por los masones, que pueden trabajar juntos “bajo la bóveda celeste”.

El profano da conocimiento de las coordenadas de tiempo y espacio y hace derroche inconsciente de horas, días y años que empobrece la experiencia y la trascendencia humana, mientras que el ritual masónico permite intervalos de una atemporalidad de abstracción. Las acciones llevadas a cabo de forma inconsciente o automática, sin una reflexión que las motive, con un propósito difuso, diluyen la experiencia del Ser. El que actúa sin consciencia, no está trabajando para el “Conócete a ti mismo”, sólo está moviéndose, desgastándose, cubriendo sólo un camino de existencia hacia un final de un trayecto sin mayor experiencia que la profana.

El iniciado en logia está en un espacio-tiempo que ya no es profano, sino sagrado, profundamente espiritual. El masón se adentra en el templo para dejar atrás el marco espacio-tiempo que vive como profano. El escenario masónico es, por tanto, un hábitat matricial a modo de placenta (no en vano carece de ventanas) que permite obviar el espacio cotidiano, donde el masón desarrolla su vida interna y trascendente, prácticamente idéntico a lo largo de los siglos, que le permite construir su templo interior mediante el desbastar y pulir la piedra bruta, hasta encontrar esa bella escultura dentro del interior de la misma. Se suprime el tiempo mediante la acomodación de los actos a un ritual invariable que marca un ritmo determinado para el desarrollo del acontecimiento masónico. Se trata de un tic-tac que todos los iniciados han vivido del mismo modo y sin variación sustancial desde tiempos muy remotos.

El ritmo y los valores del tiempo profano quedan suspendidos. La transmutación del tiempo se hace visible incluso en las referencias horarias empleadas en el ritual masónico. Tanto da qué hora sea fuera del templo y si es el Sol o la Luna quien gobierna la bóveda celeste en ese momento. Dentro del taller, es el Venerable Maestro, junto con sus oficiales, quienes anuncian el mediodía y la medianoche en punto a sus hermanos y es en ese tiempo el que se rigen los trabajos masónicos y no el que discurre fuera de la logia. La experiencia masónica exige adaptarnos a una realidad que implica pasar a vivir en un espacio-tiempo cósmico virtual e interno, como el Dios Chronos (Kronos) de la antigua Grecia, quien tenía la capacidad de controlar el tiempo.

La Logia simboliza un estado de unión entre el hombre y su naturaleza divina, y entre el hombre y los demás hombres. Al no trabajar, es decir, al no participar en el proceso de intercambio económico y social, el hombre se libera de las cadenas del tiempo, aunque sólo sea un día a la semana.

La Logia es la anticipación del tiempo mesiánico, no mediante un ritual mágico, sino mediante una forma práctica que coloca al hombre en una situación real de paz y armonía consigo mismo y de su propia esencia y existencia. Las prácticas esotéricas, y en particular las que contienen un Rito, transforman al hombre. En Logia, el hombre cesa completamente de ser un animal cuya principal ocupación es luchar por la supervivencia y mantener su vida biológica. En Logia, el hombre es un individuo, sin otra tarea que la de ser humano y encontrar su luz interior mediante su trabajo.

La Logia representa un estado de unión entre el hombre y la creación, entre el hombre y sus semejantes. En el espacio sagrado del taller masónico, es donde el Ser toma conciencia de su relación con su naturaleza y practica la fraternidad con el resto de hombres representados por sus hermanos. Por supuesto, es una práctica de vida y de vía interna que debe llegar debe a ser transformadora, muy distinta a los automatismos de la vida profana. El ritual abstrae al hombre de la satisfacción de sus necesidades de supervivencia, lo aparta del universo de lo material para sumergirlo en la desconocida y oculta armonía interna de la esencia de su Ser.

En el trabajo masónico de Logia se encuentra la voluntad de transformarse y estar conciente de modalidades y planos internos mucho más profundos que las efímeras superficialidades y aspiraciones profanas, consiste en desbastar nuestras imperfecciones y hacer más sutil nuestra esencia de nuestra existencia. 

La Logia se construye sobre los cimientos de la Fraternidad, se descubre la transcendencia, transmutación y espiritualidad del Ser como valores opuestos al edificio profano sustentado en el automatismo acrítico y el materialismo superficial de los objetivos profanos. El ritual masónico dentro la Logia invita al iniciado a tomar conciencia y a desbastar esas imperfecciones exteriores de nuestra piedra bruta; en donde se construye ese templo interior que está en armonía con nuestro Ser, con la Fraternidad entre el resto de los hermanos y a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo.

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