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La Pascua en la Masonería

La celebración de la Pascua no es exclusiva del Cristianismo. La Pascua Judía celebra la liberación del pueblo hebreo de Egipto. En nuestra sociedad, la Masonería, no celebra la Pascua realmente tal y como el Cristianismo o el Judaísmo la concibe, nuestros elementos de celebración están ligados al sentido pascual de “paso”.
 
La Pascua es una festividad ligada a la primavera, con una exuberancia en el florecer y la fertilidad. La masonería ve el cambio cuando se pasa de las tinieblas a la luz, que es la vida, la complementariedad de los opuestos, la muerte y la vida. Se toma una variada simbología para resaltar el pasar por el camino de la vida, así como el simbolismo transmitido en la muerte del maestro, la muerte de Hiram Abif, al que consideramos como el maestro constructor del Templo de Salomón. Este es el verdadero centro de la masonería.
 
Según cuenta la leyenda, el cuerpo de Hiram fue escondido por los asesinos, que los masones llamamos Jubelon, Jubelas y Jubelus (y se unen con la palabra Juwes). Los emisarios del rey Salomón buscaron sin descanso el cuerpo, y cuando ya estaban agotados, un maestro arquitecto, de manera casual se sentó cerca de la tumba y del ramo de acacia que lo cubría, y observó que apenas tenía las raíces profundas, por lo que intuyeron que esa era tierra recién removida, y así encontraron el cuerpo del maestro constructor. Otra versión de la leyenda -un poco mas puritana- nos dice que los maestros cuentan que la acacia brotó del cuerpo muerto del maestro Hiram Abif, anunciando así su resurrección.
 
La acacia es la planta símbolo por excelencia de la Masonería. Representa la seguridad, la claridad, y también la inocencia o pureza; es el símbolo de la verdadera Iniciación para una nueva vida, la resurrección para una vida futura. Su verdor perenne y la dureza incorruptible de su madera expresan, en efecto, la idea de la vida inextingible que permanentemente renace victoriosa de la muerte.
 
La celebración de la Pascua explica de alguna manera, la rara belleza en la transformación esencialmente espiritual y eterna del ser humano.
 

carloslimongi@yahoo.com

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