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La Alquimia - El Oro Espiritual

Durante el S. XIII, la Alquimia fue ante todo una ciencia hermética alrededor de la cual se fue tejiendo un halo de misterio y secreto, originado en parte por las aspiraciones extrañas y a menudo incomprensibles de algunos de sus seguidores, así como por la forma simbólica y casi indescifrable de sus escritos.

No es fácil resumir en pocas palabras la labor de un alquimista. Esta se centraba especialmente en tres facetas distintas: por una parte la búsqueda de la piedra filosofal, en presencia de la cual todos los metales podían ser convertidos en oro; en segundo lugar el descubrimiento del elixir de larga vida, imaginado como una sustancia capaz de evitar la corrupción de la materia y por último la consecución de la “Gran Obra”, cuyo objetivo era elevar al propio alquimista a un estado superior de existencia, en una situación privilegiada frente al Universo.

La Alquimia es la Ciencia de la formación, del comportamiento y transformación de toda clase de cuerpos y cuando se ocupa del individuo, lo hace en forma integral, espíritu-psico-físico.- El origen de la palabra Alquimia, la mayoría de los autores coinciden que deriva de las palabras árabes Al y KYMIA que significan tierra negra, haciendo alusión a Egipto, origen de la Ciencia. Entonces podemos decir que la Alquimia es fundamentalmente la Ciencia tradicional y antigua que su finalidad es la transformación de la naturaleza y del hombre, a través de procesos sucesivos cuya semántica se caracteriza por la utilización de conceptos y símbolos metalúrgicos.

El mecanismo del conocimiento exige la utilización de símbolos para la trasmisión de ideas y conceptos. Sin lenguaje no hay manera de comunicación y cada orden de cosas requiere un idioma propio. El pensamiento: la palabra; el sentimiento: gestos; la emoción: la estética: la forma: el color, el sonido: la cuestiones del alma: los símbolos.

El hermetismo de la Alquimia encierra una gnosis eminentemente cerrada, oculta.- Los adeptos alquimistas consideran esencial la utilización de un lenguaje abstracto. Aparentemente incomprensible para la lógica común, en realidad es un lenguaje esotérico y místico. La primera dificultad para abordar con seriedad el estudio de la tradición alquímica y su esencia que se experimenta es la forma obscura en que los cultores efectuaban sus escritos vertiendo sus conceptos y experiencias. Es obvio que la Alquimia puede manifestarse solamente a través del símbolo para hablar de temas que trascienden la capacidad normal de la mente y la conciencia.

Un ejemplo de ello son algunas de las frases comúnmente utilizadas por los alquimistas: “Haced que lo volátil se haga fijo”, ” Tomad al dragón verde y unidlo a su hijo”, ”Observad al pelícano que alimenta a sus hijos”, ”Separad en tres partes nuestro azufre y mezclad una de ellas con mercurio de los sabios, para bañarlo más tarde en nuestra agua o magnesia ”, “ El casamiento del Sol y la Luna, del Azufre y el Mercurio, el Rey y la Reina”.

Inicialmente el propósito de la Alquimia fue el de cambiar los metales bajos en oro puro, pero esotéricamente y simultáneamente, su objetivo fundamental puede entenderse como la trasmutación de aspectos del alma y lograr el “oro puro espiritual”.

Los planos espirituales, mentales, psíquicos y físicos de la existencia humana se comparan en la Alquimia a los cuatro elementos : fuego, aire, agua y tierra y cada uno es susceptible de una triple constitución: fija, variable y volátil.

Los alquimistas fueron maestros en el Arte de la Interiorización individual y la trasmutación de la propia energía hacia lo positivo. La reconversión del ”plomo en oro” no era más que el sentido de purificación y realización espiritual de la Unidad.

La iniciación no es un aprendizaje simplemente, sino un crecimiento que procede de un germen (embrión, semilla). Hay una notable diferencia entre el Saber y el Ser. El estudio otorga el conocimiento, es decir el Saber; la Iniciación, por su parte, el Ser. La Alquimia exige ambos aspectos para la transformación y la perfección del espíritu del individuo. En resumen, la Alquimia es una realización íntima, subjetiva. Para encontrarla sólo hay que estar vivo, despierto. Por lo tanto, no se puede considerar la Obra como un objeto, sino como un sujeto.

En lo más profundo de nosotros existe una chispa inmortal, un fuego divino prisionero de las tinieblas de la inconsciencia que aspira dolorosamente a liberarse, a subir hasta nuestros corazones y mentes, a iluminar y transfigurar todo nuestro cuerpo. Para ello reclama la ayuda de nuestro ser consciente, esa fracción de nosotros mismos capaz de enfrentar nuestra alma profunda con los intereses de nuestro Yo, de favorecer lo remoto en nosotros en perjuicio de lo inmediato, lo eterno contra lo efímero.


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