En un tema fundamental para la masonería como es el silencio, el autor Josep-Lluís Domènech Gómez, lo analiza en doce capítulos y desde el primer párrafo nos orienta sobre su trabajo, vivimos en un mundo repleto de ruido, de palabras insignificantes, vacías de contenido.
El silencio tiene reglas, posee método y atesora
sabiduría. Sirva esta reseña, por supuesto, como invitación para la lectura
íntegra de este libro. Con el silencio se aprende a pensar, meditar y
finalmente esclarecer las ideas. Hay quien prefiere el silencio por un
sentimiento de paz y recogimiento, sin embargo, otros, sienten angustia y optan
por el ruido y la palabra como un lugar de refugio.
La práctica del silencio nos abre puertas hacia
la creatividad y da sentido a nuestra existencia. Su método está unido al de la
filosofía, haciendo argumentaciones sencillas y lógicas, para finalmente
argumentar con coherencia.
Una misma cosa se puede ver de muchas maneras, la
percepción inicial puede, entonces ser limitada. El simbolismo masónico nos
conduce a la meditación, definiendo a la masonería como la ciencia de la moral
velada por alegorías e ilustrada por símbolos. Hay quien, por la dificultad de
hablar del Silencio, lo ha puesto como una mordaza e invita a huir del mismo,
más bien es una sana y ajustada medida de profilaxis que debe ser regulada en
las logias.
El silencio, visto desde los diccionarios de la
francmasonería, lo relacionan con la virtud y la sabiduría. En los siguientes
capítulos, el autor nos habla, entre otras cosas, de la tradición espiritual
del silencio que requiere retiro, soledad y audición interior como disciplina
mistérica que procura apacibilidad en el espíritu, serenidad y paz.
El silencio y el secreto fueron un medio de
purificación en el antiguo Egipto y se hace referencia a una máxima: «El que
habla en demasía, el que grita, el que gesticula dando voces, acciones
impropias del virtuoso, lo hace porque piensa y teme no ser visto, no ser
localizado por la divinidad». El que no recurre a la palabra, junto con el
ayuno, aplica, pues, la verdad.
En el silencio es donde se forjan los grandes
principios. La palabra es a menudo el arte de ahogar y anular el pensamiento,
ya que éste solamente trabaja en el Silencio. No multipliques las palabras, el
mensaje al aprendiz de masón es: “guarda Silencio, si tú quieres alcanzar la
felicidad”.
En el budismo tenemos el Arte del Noble Silencio,
que invita a meditar con prudencia antes de hablar. Huir de las promesas que no
se pueden cumplir, facilitar el camino de la rectitud, huyendo de la
negatividad de ciertas palabras que proyectan imágenes negativas. En el Corán,
se dice que el hablar es una debilidad y un oprobio a la divinidad, ya que
nadie sabe lo que dice en realidad.
El empleo de la lengua nos puede hacer saborear
las delicias del Paraíso o padecer los sufrimientos del infierno. Domar la
lengua es un arte, quien lo logra estará a salvo de muchas calamidades y
peligros. Las enseñanzas hebreas nos definen al silencio como el ambiente necesario
para poder oír la palabra de Dios.
En la tradición cristiana, el Silencio es de
hecho una forma de conocimiento como una llave prodigiosa que permite la
entrada a mundos sutiles para penetrar en la complejidad de la conciencia.
En el capítulo dedicado al secreto y al silencio,
el autor nos dice que, iniciáticamente, el Secreto es la percepción y el discernimiento
de aquello que se conoce y que no se puede comunicar. Es el método de preservar
el tesoro de lo interno de las cosas sagradas.
Al entrar en la francmasonería, se nos transporta
desde el mundo del estrépito y de la jungla del mundo profano, a los vergeles
del Silencio en que se cobijan los secretos del corazón.
Secreto y Silencio. El primero es de aspecto externo,
visible y exotérico. Y el Silencio es interno, oculto y esotérico. Del silencio
hemos nacido y a él debemos volver cuando nos llegue la hora. No hay nada que
sea tan perdurable y perpetuo, tan inmensamente flexible como el silencio.
Continuando con el secreto y el silencio. Los secretos
en la masonería han existido siempre. Desde el tratamiento de la talla y
ensamble de las piedras de los masones operativos, hasta los signos y
tocamientos. En ocasiones la masonería ha tenido que adoptar un carácter
secreto, sencillamente a efectos de protección y supervivencia.
En las sociedades tribales la transmisión de conocimientos
iniciáticos se basa en el secreto y en el silencio, lo que abastece a los
profesos de sucesivos privilegios, al mismo tiempo que se les inculca un fuerte
sentimiento grupal en cuanto a su pertenencia (yo diría, identidad) y
pertenencia a la comunidad.
El silencio en la sociedad también tiene diversas
presencias como en las salas de cine, conciertos, teatros, bibliotecas,
funerales, etc. El secreto masónico sólo concierne a quienes se han iniciado,
sin embargo, el autor Josep-Lluís Domènech Gómez nos dice que, en la realidad
del internet, la idea se hace difícil, aunque se debe saber buscar y no todos
están capacitados para ello.
El verdadero secreto masónico y su naturaleza esotérica
deberá estar lejos de espíritus superficiales, es así que la discreción, como
virtud inherente a la gente noble, colabora con este fin.
Cometer una indiscreción no tiene vuelta atrás,
lo dicho, queda aún con disculpas, por ello la prudencia va ligada a la
discreción. La discreción es una puerta que conduce a la Sabiduría.
La simbología masónica, centrada en la conversión
de la piedra bruta, nos habla del dominio de sí mismo y el hilo conductor es la
observación del Silencio. Ha habido experimentos de piezas musicales
silenciosas en que sólo un público medianamente cultivado entendía la presencia
del Silencio.
La discreción masónica se asemeja al lenguaje
silencioso de los pájaros a través de las mudas y silenciosas realidades
simbólicas. La discreción en la época pitagórica se adquiría cuando algún
aspirante permanecía en una caverna a solas, una noche, en soledad y absoluto
silencio, en caso de no soportar esta prueba, no era aceptado por Pitágoras.
El silencio iniciático de los pitagóricos con sus
determinados protocolos de conducta se asemeja a las entrevistas que exploran
el proceder de los que llaman a las puertas de la Orden; sin embargo, nunca se
puede afirmar que se ha acertado en la decisión tomada.
En la elección pitagórica había prudencia y
discreción. Hijas del Secreto, y por tanto del Silencio, al igual que se sigue
realizando en masonería. En la tradición de la masonería operativa de los picapedreros,
canteros y albañiles, reunidos en la logia (lugar en donde trabajaban), en los
llamados oficios jurados, que pertenecían a una organización formal, los
secretos del oficio se transmitían como una enseñanza secreta.
Gozaban de libertad de movimiento para trabajar en
diversas construcciones reconociéndose mediante signos y palabras secretas. Tanto
en el Código Moral Masónico, como en el
simbolismo masónico, así como en los altos grados, se habla del oportuno Silencio,
para evitar conflictos y como instrumento mental de vigilancia serena personal.
Hacia el final de la obra, se trata el Silencio y
el Oriente Eterno, nos dice que el hombre es frágil, pero mediante la sabiduría
iniciática puede llegar a entender los misterios de la muerte con dignidad. Callará
lo humano y emergerá soberanamente lo Eterno.
En las reflexiones finales el autor nos habla de que
el silencio limpia al alma y educa al sentido de la verdad. Nada puede lograr
tanta tranquilidad espiritual como el permanecer rodeado de silencio huyendo de
la dictadura del ruido profano.
En la meditación silenciosa todo está al servicio
del recogimiento, todo es propicio a la interiorización. Culmina el libro con
una selección del autor sobre aforismos acerca del silencio y del sabio callar.
Concluyo esa reseña citando el primer aforismo: “Se tarda dos años para aprender a hablar y
toda la vida para aprender a callar”, Ernest Hemingway.
Es cuanto
0 Comentarios
Dejar tus comentarios aqui: