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A mi Padre


Livio Limongi González
*24.10.1932  -  †22.10.2002
Las cosas que no se nombran casi no existen o caen en el olvido: el silencio las va matando hasta hacerlas desaparecer. Muy lentamente, el tiempo va pasando: parece que los días fueran siglos desde que faltas. Hoy, cuando de alguna manera el dolor se ha remansado, desde la serenidad y una cierta cordura, quisiera darte la vida que ya no tienes, rescatarte de las sombras y hacerte ser, aunque sea por un segundo, el que fuiste, lo que fuiste, darte tu nombre y arrancarte del silencio que ya eres.
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Los recuerdos ejercen su tiranía intentando llenar el espacio que tú ocupabas en nuestras vidas, pero no es suficiente: ni bastan ellos, ni las fotos pueden devolverte la gracia de existir, sólo una cosa es capaz de arrebatarte de la muerte: la palabra, las palabras. Por eso tomo esta humilde punta de lanza en esta mañana de Otoño de este día 24 de Octubre, para rasgar el velo negro que nos hurta tu presencia y traerte de nuevo aquí, junto a nosotros: las palabras, la palabra siempre redentora del olvido.
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Ya ha pasado mucho tiempo desde que mi etapa de niño se quedó atrás. Hoy día ya somos hombres y mujeres con hogar, hijos y nietos. El cariño, el amor y el aprecio que mi padre me dió desde muy pequeño me hizo sentir que tenía un héroe a mi lado, durante la adolescencia siempre me pareció tener a un padre protector y un gran amigo durante mi juventud.
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Una de las cosas más importantes que hoy puedo entender es que no todo es perfección, que no todo es color rosa, que una de las cualidades de amar del ser humano, es conocer los defectos y las virtudes, siempre construyendo y sacando lo mejor de sí mismo y de cada día, para un mañana mejor. Aprendí que un hombre y una mujer merecen todos los derechos, y que ambos tienen las mismas obligaciones, aún no siendo iguales, pero si siendo complemento el uno del otro, porque son dos mitades de una unidad.
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Mi madre y tú, a quienes les debo todo lo que soy, vi la fuerza en sus acciones, y fue un modelo creador para el desarrollo de mi propia consciencia y camino a seguir. Tu siempre erguido, con tu mirada amistosa, que a pesar que los años habían dejado mella en tus ojos, seguías siendo el primero por encima de cualquier sentimiento. Tú sigues sujetando mi mano, como lo hacías cuando era niño y cada vez que sentías que era necesario, en cada cosa que hago tus sabios consejos siempre recuerdo, y aún aquí están presentes.
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Hay muchos e innumerables detalles que recuerdo de mi infancia y que se han quedado grabados en mi memoria. Si el concepto de respeto se quedó impreso en mi mente, nació de estar al lado tuyo y de tenerte siempre cerca. Gracias por ser mi padre, gracias por decirme tu hijo, por todos estos años de vida que te debo y a Dios por conservarte aún conmigo. Es un orgullo ser el puente que te llevará al mañana como el que camina hacia la puesta de sol, siempre en busca de un nuevo amanecer. Gracias por enseñarme que siempre debemos esforzarnos a caminar por la vida con firmeza y rectitud, así como escoger y transitar por el camino adecuado.
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A la memoria y el recuerdo de Livio Limongi (1932-2002)



carloslimongi@yahoo.com

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